deSignis, publicación de la Federación Latinoamericana de Semiótica (FELS), 2014.
Traducción de Lucrecia Escudero Chauvel.
Pour Paolo, encore un corps dense, à la recherche d’un minimum de sacré… Eliseo.
Releo turbado, luego de la desaparición de Eliseo Verón, la dedicatoria de su último libro La semiosis social2: ideas, momentos, interpretantes. La escribió en agosto pasado, en el estudio umbroso de su casa de Buenos Aires donde me hospedaba durante mi curso en el IUNA, el Instituto Universitario Nacional del Arte, trabajando con nuestro comun amigo Oscar Traversa. En julio nos habíamos encontrado en la residencia estival de Umberto Eco, vecino de la casa de Eliseo en la región de Montefeltro, y en las playas romanolas. Momentos que esperaba habituales en nuestra amistad, extendida mas allá de las distancias geográficas -Italia, Francia y Argentina- y de la diferencia lingüística, hablábamos en francés porque Paris fue la ciudad donde nos habíamos encontrado.
Esta dedicatoria, que la muerte inesperada de Eliseo transforma en admonición, me desconcierta. Creía conocer casi todo de él: desde su numerosa vida sentimental hasta la asidua investigación sobre la comunicación; los años Sesenta y la confrontación con los medios, al Premio Italia con Stuart Hall y Alberto Abruzzese, a las conferencias boloñesas del 2000 sobre las profecías de la comunicación, con Umberto Eco y Regis Debray; los seminarios de semiótica en Urbino en los anos ’70, hasta los encuentros de la Asociación Internacional de Semiótica Visual en Buenos Aires en 2012. Recuerdo leer sus artículos parisinos en la revista Communications, haber publicado juntos en el Beaubourg, en el memorable centenario orwelliano de 1984, que mis libros en español fueron publicados en su colección “El Mamífero parlante” de Gedisa, en Barcelona. Me parece, incongruentemente, de haber asistido juntos en un cine de Buenos Aires lleno de ex-montoneros, en 1996, al estreno de Eva Peròn, un film anti-hollywoodiano dirigido por J. C. Desanzo y una perfecta Esther Goris.
Cuerpo denso, búsqueda del sacro. La dedicatoria no se corresponde con la adhesión negligente de una larga amistad, la curiosidad compartida y la disparidad de métodos a los cuales estábamos habituados. Sabía de compartir con Eliseo la pasión sistemática por la discursividad, por las formas complejas de su “producción”, circulación y reconocimiento. Para tener las ideas justas no hace falta cambiarlas a menudo. Puedo todavía suscribir la lista de las investigaciones en socio-semiótica que se había fijado y realizado: la comunicación política, la publicitaria, las marcas comerciales, la prensa grafica y la televisión: telenovelas, divulgación científica, noticiarios, campanas electorales; la comunicación institucional, sobre el cuerpo y la salud; las imágenes fotográficas, el espacio público, los museos, las exposiciones, bibliotecas, los transportes como el subterráneo de Paris o los aeropuerto. Y las “obsesiones” – son sus palabras – sobre el sujeto como actor social, por un “modelo materialista no reduccionista de los procesos mentales”; por la articulación de las diferentes prácticas sociales con las comunicativas – la corporeidad y su cronotopo, la producción del cambio social. Por cómo se configura, finalmente, la semiosis. Y el rol, indispensable cuanto ambiguo, del observador.
Sabia que para mí y para el – presidente durante mucho tiempo de la Asociación Argentina – la semiótica era una disciplina humanística, una ciencia social y no una rama de la estética o de la filosofía del lenguaje. Una teoría, con métodos propios, de la inteligibilidad de los fenómenos colectivos y complejos de la significación. Vocación empírica al pathos fértil de la experiencia que pide la construcción de un proyecto arquitectonico con muchas puertas para abrir y muchos umbrales que atravesar. (Confieso haber deseado reproducir su investigación sobre las escort de lujo…).
Conocía también las múltiples diferencias con las cuales continuábamos a parecernos. No las oposiciones, que son lógicas, sino los descartes epistemológicos e instrumentales. A partir de la asociación saussureana, Eliseo había logrado una acrobática versión trifuncional del binarismo de Claude Lévi-Strauss, cuya Antropologia Estructural había traducido al español. Una hibridación singular entre Gregory Bateson – su primera referencia- y Charles Sanders Peirce, y donde en las referencias bibliográficas de los autores italianos que integran las quinientas páginas de la Semiosis2 encuentran lugar solo Umberto Eco, Massimo Bonfantini, uno de los editores de la versión italiana de Peirce, y un optimo sociólogo Luigi Pizzorno. En cuanto a la teoría de la enunciacion, la referencia constante es Antoine Culioli, el único, según Eliseo y Sophie Fisher, a dar cuenta de los aspectos lingüísticos y semióticos de la comunicación; superando a Emile Benveniste, y que convergían con los problemas que en el cine encontraban las ultimas reflexiones de Christian Metz.
Mi referencia a la semiótica de Louis Hjelmslev y a Algirdas Julien Greimas nos ha evitado la complicidad del clan disciplinario, pero no ha crispado nuestra proximidad – y pone a prueba la flexibilidad del campo semiótico, para el cual Thomas Kuhn prevé la excepción de un paradigma bicéfalo. Una perturbación bipolare no es una hemiplejia para aquellos que retenemos que una lengua se conoce en su navegación y no en el astillero naval del laboratorio, parafraseando a Ferdinand de Saussure.
Si bien no compartía su confianza en la historia, en la biología, en la sociología de N. Luhman y en la ensalada americana de las ciencias cognitivas, acababa de publicar en el Centro Internacional de Ciencias Semióticas de Urbino, el primer draft de la Semiosis Social, editado en Paris en 1987. El azar hace bien las cosas aun en los momentos tristes.
Regreso aun a los cuerpos densos y al sacro de la enigmática dedicatoria. Eliseo sabia que es lo que escribía y, según sus dichos, mantenía buenas relaciones con su inconsciente, respetando las elecciones, como la de ensenar en la Universidad de San Andrés, la crisis de la universidad fue su ultima preocupación.
Pruebo entonces a re-escribir, en mi gramática de reconocimiento, el sentido de esta frase; “Momentos”, la segunda parte del libro, trata de la transformación de los soportes materiales de la mediatización, de sus diferentes escalas temporales e del impacto político y colectivo; del origen del lenguaje y de la escritura hasta el audiovisual e Internet. El capitulo 13° está dedicado al “Nacimiento de los cuerpos densos”. Explica cómo, desde la Antigüedad tardia, los textos sagrados de la primera era cristiana, compactados por la escritura, originaron la primera intertextualidad – de la cual la Esapla o la Sestupla de Orìgenes sería el primer ejemplo occidental. Y narra el tentativo concomitante de controlar la circulación textual y la sintaxis de reconocimiento, a través de la glosa interpretativa. Los viejos rótulos, materialmente inadecuados, habrían dado lugar gradualmente a los códigos, a “nuestros” libros, condición de felicidad del verbo cristiano. En los Escritorios de Pérgamo y Cesárea – anticipación de las universidades medievales – se ensenaba el alfabeto y la gramática, y luego la declamación, la versión oratoria de los textos. La densa corporeidad del nuevo soporte técnico se encarnaba primariamente en la vocalidad elitista del orador, en su actio fónica y gestual; un “mundo de duplicidad, de persuasión, de apariencias centrado en el yo“. La multiplicación del nuevo medium, el libro, requerirá luego el control y la verificación exegética, a través de la figura ascética del monje transcriptor, lejos de mundanas glorificaciones.
He entendido? Tal vez sea el modo oblicuo y discreto de Eliseo para recordar a quien, como yo, prefiere la visibilidad (caballeresca) de la palabra a la praxis (monacal) de la escritura? Para recordarme que el código-libro, contenedor de narraciones divinas, ha conservado una pregnancia sacra, diluida, por cierto, pero no del todo perdida en los rumores y furores de la historia?
Prometo que seguiré recorriendo las páginas de tu libro, Eliseo.