Artificar el tatuaje: un dermatoscopio semiótico


Da: AA.VV., Documentos del presente. Una mirada semiótica, Jorge Lozano y Miguel Martín (coord.), Lengua de Trapo, Madrid, 2019.


1.1. Heráldica y semiótica

El fenómeno «social total» del tatuaje contemporáneo interpela a las ciencias humanas con la paradoja de una inscripción imborrable en los miembros de una sociedad calificada de «líquida». Una proliferación de signos indelebles sobre la epidermis, una bulimia epidémica que reinventa una tradición milenaria -la de la momia del Similaun (el llamado «hombre de Ötzi», portadora de inscripciones que debieron realizarse hace al menos cinco mil años1, o las momias egipcias- con una vocación significante inédita y una difusión planetaria. Las tintas infiltradas en la epidermis comunican exteroceptivamente, a través de textos escritos o imágenes, e interoceptivamente, como tecnología utilizable para monitorizar el propio sentir. Con manifestaciones extremas, como simular sobre la dermis interioridades imaginarias o mezclar con los ingredientes del tatuaje las cenizas de un familiar. Podemos decir que la significación tatuaje concentra la completa secuencia de pruebas narrativas que caracterizan los ritos de paso: (i) la preliminar: cualificación somática a través del dolor superado; (ii) la principal: comunicación de la textualidad conseguida; (iii) la de la sanción: el reconocimiento de los demás. En cuanto al significado de sus «mensajes» contemporáneos, sobre todo en las culturas europeas que lo han censurado y excluido, el tatuaje reanuda a flor de piel la vetusta tradición heráldica de la identidad personal y colectiva. Los tatuajes son (i) blasones de nuestros días, escudos de armas familiares (es muy común hacerse tatuar nombres -¡preferentemente los de las abuelas!-, lugares y fechas memorables). O bien (ii) divisas, lemas, marcas que enuncian proyectos, declaran propósitos y voluntad de ser y de hacer.
Nos proponemos contemplar aquí el cuerpo tatuado desde una óptica semiótica, alejada de los volcanes apagados de una historia que sin embargo se dice volcada al presente y de la opinión errática de los media. Para reivindicar (i) la génesis semiótica y lingüística del estudio sistemático del tatuaje y señalar el creciente proceso de (ii) artificación de su práctica.

1.2. Hacia una Episemiótica

A diferencia de la antropología, de la sociología y del psicoanálisis, la teoría de los signos y los lenguajes no ha incluido hasta ahora la práctica y la textualidad somática del tatuaje en el análisis de las formas de vida. Sin embargo, Deleuze y Guattari (1972/3) se habían referido a la «espléndida teoría del signo» con que en las culturas primitivas el tatuaje «planta sus banderas en los cuerpos»2.
Es hora, pues, de formular una Episemiótica que lea en la superficie textual de las pieles los insólitos lenguajes de los nuevos dermatoglifos y sus mitologías, personales y colectivas.
Aquí es necesario establecer una premisa. Los semiólogos son irreduccionistas: en lo cultural no hay nada que se pueda reducir a la panoplia de los genes; ellos no creen en un gen «orientado», y ni siquiera en unos memes del tatuaje, es decir en una supuesta
«unidad cultural» que, en un indebido paralelismo con la genética, circularían viralmente por la semiosfera. Quien practica la semiótica como disciplina marcada -intensiva, frente a la vacua extensión del «todo es signo»- presta atención al sentido y el valor que el tatuarse tiene para los actores implicados y al significado comunicativo de los signos tegumentarios. La semiótica, pluralista y relativista, es, más que explicativa, una disciplina explicitante que practica juicios de descripción para identificar pertinencias y encontrar sistemas de coherencia a fin de evitar juicios de prescripción y proscripción.

2. Una antropología semiótica

En las innumerables, y también breves y exóticas, historias del tatuaje -un auténtico Totem y Tatoo– el tatuaje era considerado según el modelo darwiniano como una «biosociología de las mutilaciones de los tatuajes» que Dagognet denomina signalétiques.
Existe sin embargo un paradigma lingüístico y semiótico diferente. Uno de los primeros estudios científicos del tatuaje es L’uomo delinquente (1876) de Cesare Lombroso, dedicado a las formas de vida marginales y criminales. Se ha prestado poca atención alhecho de que el maestro de Lombroso fue Paolo Marzolo, autor de un Saggio sui segni (1866), historiador y teórico de los lenguajes, al que el lingüista Migliorini consideraba «un genio desconocido tan importante al menos como Vico»3. Marzolo enseñaba gramática y lenguas comparadas en Padua, donde estudió Lombroso. Las investigaciones antropológicas sobre marcas criminales impulsan pues los primeros pasos de la lingüística y la semiótica de los anti-lenguajes. No es por tanto una metáfora decir que, para Lombroso, la jerga de los delincuentes era un tatuaje verbal, una manera de dibujar trazos en la superficie de la lengua y que su fisiognómica era una lectura de caracteres. Antropólogo evolucionista, vinculaba el signo tegumentario con el primitivo y el salvaje y, en Occidente, con la degeneración moral y la desviación, anarquía política incluida4. El tatuaje era para él una anomalía anatómica y un archivo móvil capaz de hacer reconocer el tipo antropológico del delincuente (Fig. 1).

Fig. 1. Cesare Lombroso, Tatuajes simbólicos, Tabla LXIX, de El hombre delincuente.

El museo Lombroso, muestrario panóptico de ciencia positivista, expone copias de diseños de tatuajes «simbólicos» y trozos de piel arrancados a los «criminales natos» tras su ejecución (Fig. 2).

Fig. 2. Piel tatuada, Museo de Antropología Criminal Cesare Lombroso, Universidad de Turín.

«Diríase», escribía el antropólogo, «que el delincuente marca en su propia piel el presagio de su propio final.»5.

3. Escrituras sobre la piel

En los últimos decenios la semiótica, entre todas las ciencias del hombre, ha reflexionado intensamente sobre fenomenología corporal, sobre el yo sentiente y la inter-corporeidad colectiva (Anzieu, Fontanille). Una acepción uniforme de «Cuerpo» -consigna o vago pasapalabra- no tiene ningún poder explicativo. El cuerpo es semióforo: preguntémonos pues cuáles son las sustancias somáticas pertinentes para una semántica del tatuaje.
El tatuaje se hace sobre la piel, sobre la topología sensible del más extenso de nuestros sentidos perceptivos. Un órgano que recubre el cuerpo y asegura su integridad, y que posee una dimensión externa -epidérmica- y otra interna -hipodérmica-6. Una envoltura que es un cañamazo -la membrana soporte es tratada como página o lienzo, depilada, estirada, etc.- donde poner en imágenes o por escríto todo tipo de contenidos, semiotizándolos al modo en que la escritura lo hace con la lengua (Benveniste). Además, el dibujo de la epidermis toma cuerpo, es decir volumen, y se adapta a los relieves somáticos siguiendo sus movimientos. Una Prominencia que tiene también variaciones de color siguiendo el cromatismo de la piel7.
El tatuaje es una cirugía del sentido. Tiene una Pregnancia8 que se manifiesta en lugares de distinta sensibilidad al dolor: quien exhibe sus tatuajes muestra su umbral de aguante del dolor: «¡Sufro luego existo!»… Pero aunque existen lugares somáticos privilegiados, como la espalda, las investiduras de Prominencia pueden ser cultural e individualmente distintas según sean diversas las perspectivas de comunicación, reflexiva o transitiva.
( Nota bene. Como ocurre con las joyas, que se colocan general­mente sobre los puntos de articulación y que toman luz y la dan al cuerpo. A este respecto, Lévi-Strauss (1991) oponía la dureza de las piedras y los metales a la blandura de la carne; en los esqueletos, en las momias, la carne desaparece rápidamente en tanto quedan las joyas. La dureza de la joya, potencialmente indeleble, hace posible homologarla al tatuaje.)
Así pues, a partir de la colocación sobre la dermis es posible concebir una nueva descripción de los cuerpos, una mereología variable debido a que el tatuaje se inscribe repetidamente, en diferentes momentos y con intenciones distintas. El cuerpo así marcado se deja leer entonces como una copresencia punteada: lo que en él se imprimen son imágenes que se presentan simultáneamente, pero referídas a tiempos y experiencias diversas. El embrollo visual invita a distintos enmarañamientos de la experiencia, cogrútiva y pasional.

4. Géneros tegumentarios

El primer catálogo del tatuaje contemporáneo editado en Italia es L’asino e la zebra: al que he contribuido junto con Achille Bonito Oliva y uno de los pioneros de la actual moda del tatuaje, Don Hardy, que lo importó en la postguerra de Japón y lo introdujo en el ambiente de la contracultura hippie de los años sesenta, antici­pando el movimiento de los Modern Primitives.
Desde entonces los estilos de tatuaje se han multiplicado y confundido en una iconografía babélica donde encontramos dandismo, coleccionismo y exhibicionismo desaforado9. Existe sin embargo, para el ojo semiótico y el mal de ojo de ciertas ciencias sociales, una lingua franca: la vasta textualidad de e-book , papel y on line con que quienes trabajan en el sector proponen a su clientela una serie connotativa de géneros.
Destacan, en primer lugar, la Old school, dedicada por ejemplo a los tatuajes más «tradicionales» de los marineros, y la New school, que los cita y transforma coloreando sus rasgos. Los Tribalistas se inspiran en un primitivismo étnico profundamente reelaborado, como ocurre en Japón. Aquí distintas partes del cuerpo puedan ser manipuladas para formar, unidas, una sola figura; o bien hay parejas que se tatúan con figuras simétricas para crear, cuando las personas que las componen se juntan, una única imagen. A quien desembarca en Tahití, formando parte del vasto movimiento internacional del Tourist art, se le ofrecerán diseños de tatuajes a la manera maorí en la que, por un proceso de «invención de la tradición» (Hobsbawm), los tatuadores siguen un género tribalista que en realidad responde a la versión occidental en él inspirada (Fig. 3).

Fig. 3. Tatuaje maorí (Fotografía: James Heremala).

El género Realista se caracteriza irónicamente por la utilización continuada del trompe l’oeil que permite la introducción de tintas de color. Un observador superficial o un experto en estadísticas sobre los big data observará la frecuencia con que aparece el motivo del corazón, pero la semiótica se interesa no por figuras aisladas, sino por sistemas de signos y de significados. Influida por ciertas corrientes del arte contemporáneo existe una tendencia Minimalista, al tiempo que por otra parte se difunde el género Biomecánico, inspirado en ejemplos de escenografías hollywoodenses y muy apreciado por los apóstoles de lo post-humano. El tatuaje que pretende hacer aflorar a la superficie lo que hay debajo, simula la rotura de la piel para descubrir el interior de un cuerpo totalmente mecanizado. En cuanto al Lettering, es decir las escrituras alfabéticas o ideogramáticas, recordaré que para Benveniste, uno de los más importantes lingüistas del siglo xx, las complejas raíces del verbo «escribir» en lacultura indoeuropea remiten a dos acepciones fundamentales: «colorear» y «grabar», es decir marcar. La escritura sería en origen una estigmatología, esto es un tatuaje, en tanto coloración e incisión.
Además de los grafemas privados destinados a ser inscritos en zonas privilegiadas del cuerpo, la red proporciona a los aspirantes a tatuados amplios repertorios de frases hechas extraídas de fuentes que van de citas latinas a poesías en múltiples lenguas, de nombres -espacio, tiempo, actores- a letras de canciones recientes. (¡Hasta se puede grabar en la piel un motivo musical y escucharlo en el móvil!) Sería difícil, pero no inútil, crear una lista de las figuras retóricas más utilizadas, de la tautología a la ironía, de la hipérbole al apóstrofe: recordaré en passant al soldado tatuado con la irónica leyenda «si vis pacem para bellum», o al hombre que pide literalmente no ser entubado ni reanimado (Fig. 4).

Fig. 4. La verbalidad tatuada.

Pero los ejemplos de esta desenfrenada grafomanía no tendrían límite.

5.1. Estética y moda

Definitivamente, se ha impuesto una estética popular del tatuaje que acaba con el desdén que antes inspiraba y con la suficiencia que la alta estética mostraba al tolerar su existencia, aunque no sus razones. Por su específica estesia, la incisión en el cuerpo de signos icónicos y textos escritos alcanza en efecto las dimensiones estéticas de lo bello y lo feo, tanto las timicas de la atracción y la aversión como las patémícas de la admiración y el disgusto. La antropología y la historia han enumerado las culturas que han rechazado el tatuaje: la Grecia clásica y Roma, el cristianismo y el islam, por su posición semánticamente intermedia en la categoría antropológica de lo Desnudo y lo Vestido, entre indumento y tegumento. Para muchas culturas que practican el tatuaje, el cuerpo desnudo no tiene el menor interés.
Una cuestión muy actual es la conexión de la actividad semiúrgica con las modas. El tatuaje está «de moda» -¡el 30 por 100 de los adultos en los países anglosajones están tatuados!- como fenómeno colectivo emergente, no por constituir un look prescrito por la industria del vestido. Es del «espontáneo» proceso del tatuaje de donde surgen posteriormente formas de vestir específicas que reconducen su inicial carácter periférico al centro canónico de la moda. La alta moda ya no está en efecto en la piel: hace desfilar trajes recamados que simulan ser cuerpos tatuados, tatúa las pieles de zapatos y bolsos (Tod’s Tatoo) mientras que los tatuadores diseñan ropa, sobre todo camisetas estampadas, que citan y difunden el léxico de los motivos tatuados.

5.2. La artificación

Coincidiendo con su propagación exponencial, asistimos hoy a una Artificación progresiva del tatuaje, a la conversión en arte de su práctica y sus obras. Si una primera definición nos hace retroceder a Claude Lévi-Strauss (Antropología estructural), que admira en los caduveos brasileños la «cirugía pictórica capaz de trasplantar el arte al cuerpo humano», en nuestros días el Art Magazine (n. 88, junio 2014) se plantea si el tatuaje no constituirá el duodécimo arte. Una evolución -que ha seguido con gran transparencia el filósofo Nelson Goodman- por la que los objetos corrientes pasan a ser obras, los practicantes artistas y los observadores público. Lo mismo ocurre con otras formas expresivas: el tebeo, el vídeojuego, el baile hip-hop, la magia, el circo, la moda, la comida. O con los graffiti, que considerados en principio dañinos y criminosos como el tatuaje, se han convertido en street art, y cuyas obras se inscriben en la piel de la ciudad. El cuerpo es una obra abierta, y existe un tatuaje de autor lo mismo que hay un cine, una fotografía o una danza de autor10.
La Artificación actúa, según sociólogos como Nathalie Heinich, valiéndose de precisos procedimientos de institucionalización como colecciones, galerías, casas de subastas, museos (el Amsterdam Tattoo Museum, por ejemplo), congresos, exposiciones, catálogos, críticas en revistas como las que desde 1982 aparecen en la revista internacional Tattootime, libros de artista (véanse los de Doisnau), reconstrucciones históricas, entrevistas. Un ejemplo: la exposición Tatoueurs, Tatoués (2014-15) en el Quai Branly de París recibió 700.000 visitantes y se prolongó con un itinerario internacional. En el museo francés de las Arts Premiers, doce tatuadores grababan las pieles de cerdos sedados. El catálogo de la muestra obtuvo el Grand Prix du Livre de la Mode 2015, otorgado por los estudiantes de la Université de la Mode/Université Lumière Lyon 2/Modalyon11. También en París se ha celebrado en 2018, en la Grande Halle de La Villette, la octava edición del Mondial du Tatouage, Olimpiada del tatuaje, que es una competición internacional en la que igualmente se conceden premios.
La promoción artística actúa sobre otros frentes en contra de los obstáculos que le opone una práctica excéntrica en relación con el sistema del arte: (i) el tatuaje está incorporado al cuerpo, y resulta por tanto difícil de transferir; (ii) los tatuadores son anónimos o usan seudónimos (Zombie Boy, Tin Tin, etc.); (iii) en general, las obras están deliberadamente desprovistas de firma (como ocurre también en el street art). Para alcanzar el régimen de singularidad propio del objeto artístico (Heinich), se hace necesario pues (i) retirar del cuerpo el dibujo tegumentario y transferirlo a otros soportes, como catálogos o photogalleries; (ii) elevar el estatus cultural y social del tatuador por medio de un sinfín de procedimientos; (iii) recurrir al añadido verificado de la firma o a la difusión de un idiolecto de autor reconocible.

5.3. Cuándo es arte: un muestrario

Veamos algunos «juicios de descripción» de «cuándo hay arte en el tatuaje», para disponer de un pequeño muestrario compartido.

  1. Las estratagemas de artificación van del deliberado kitsch que supone reproducir, por lo general sólo en alguno de sus detalles, obras de elevada reputación -Michelangelo, la Gioconda y numerosos Caravaggios-, a la presentación, en los muestrarios propuestos a la clientela, de diseños basados en célebres desnudos (Fig. 5) y en cuerpos que imitan obras maestras clásicas (Fig. 6).
    Fig. 5. Reproducción del desnudo de La gran odalisca de lngres tatuada.

    Fig. 6. Mujeres tatuadas posando como Las Tres Gracias de Rafael.
  2. Tácticas irónicas contemporáneas citan el Body Art, como las intervenciones «doloristas» de Gina Pane, mientras que Fakir Musafar, conocido tatuador, perfora y comprime el cuerpo, sobre todo a la altura de la cintura, en el sexo o en el cuello, recuperando explícitamente las prácticas transformadoras -escarificaciones, compresión, etc.-frecuentes en culturas tradicionales.
  3. Kate Moss, la atractiva modelo inglesa, ha exhibido recientemente en sus glúteos sendos tatuajes de palomas ejecutadas, según ella, por Lucian Freud, que le dedicó un célebre retrato de valor económico exorbitante. Teniendo en cuenta el vertiginoso y turbulento mercado del arte contemporáneo, parece legítimo preguntarse qué ocurrirá con los tatuajes cuando sean transmitidos en herencia.
  4. La revista Garage publicó en 2011 un número con el tema único del tatuaje. Su portada reproducía una obra de Damien Hirst (Fig. 7) que señala una relación de simetría creativa: lo mismo que hay tatuadores que se convierten en artistas, tampoco faltan artistas que hacen de tatuadores.
    Fig. 7. Portada de Damien Hirst en Garage.

    Para que el tatuaje sea reconocido como una forma de arte, se necesita que artistas tan famosos como Jeff Koons, Dinos Chapman o John Baldessari creen tatuajes, si bien sólo como alografistas: dibujando un original y pidiendo luego a tatuadores expertos que lo ejecuten. La mariposa tatuada sobre el sexo de la mujer en la portada de Garage, responde al deseo, expresado por ella misma, de que su futuro hijo, o cualquier otro niño suyo, tuviese que atravesar un «zoema» tan frecuentado.

  5. El conocido artista Wim Delvoye interviene desde hace tiempo, con un humor muy flamenco, las epidermis de personas y cerdos con el logo de Vuitton y con símbolos crísticos y religiosos. Se plantea el problema de cómo exponer la obra, si sobre la piel del cerdo, lombrosianamente arrancada y colgada en lugares elegidos, o a través de la presentación de los sujetos que la portan -o que tal vez la porten-, como es el caso de Tím12. Una suerte semejante a la de los misteriosos tatuajes de Queequeg en M oby Dick: «estas obras en un solo volumen él no podía leerlas aunque su corazón latiese vivo bajo aquella página (…) estando así destinadas a marchitarse junto con el pergamino sobre el cual estaban dibujadas y a extinguirse para siempre».

Epílogo semiótico

La semiosfera está invadida por grafo-cuerpos soportes de tinta que nos hablan y nos invitan a corresponderles ojo por ojo. Entre tanto siguen expandiendo la iconología pop de su dandismo de masas y suscitando una plétora de opiniones connotativas sobre las fisiognómicas mutantes de la postmodernidad. Repitamos que más allá de las historias sumarias y de los espigueos etnográficos, compete al sintetizador semiótico el urgente análisis textual de su significación y la pragmática de sus semiurgias. Una vocación y un proyecto mostrado por Roland Barthes en la introducción de su Sistema de la moda (1967) que recuperamos en cita levemente modificada: «los innumerables objetos que pueblan y constituyen el imaginario encarnado de nuestro tiempo corresponderán cada vez más a una semántica, mientras que la semiótica (…) se convertirá, gracias a un segundo nacimiento, en la ciencia de todos los universos imaginados».


Notas

  1. Ötzi, el «hombre del Sirnilaun», está considerado como el primer ser humano tatuado del que se tiene noticia. Sus 61 tatuajes se trazaron mediante pequeñas incisiones en la piel recubiertas luego con carbón vegetal, y consisten en simples puntos, líneas y crucecitas. Se sitúan en la parte baja de la columna vertebral, detrás de la rodilla izquierda y en el tobillo derecho. torna al rimando a questa nota
  2. «El signo es posición del deseo: pero los primeros signos son signos territoriales que plantan su bandera en los cuerpos. Y si queremos llamar
    «escritura» a esta inscripción en plena carne, con ello diremos que la palabra presupone la escritura y que es este sistema cruel de los signos inscritos los que capacita al hombre para el lenguaje y le concede una memoria de las palabras», L’Anti-Oedipe, 1972-73. torna al rimando a questa nota
  3. Vid. la introducción de B. Lauretano a Marzolo, 2003. torna al rimando a questa nota
  4. Para Alfred Laos «El hombre moderno que se tatúa es un delincuente o un degenerado. Hay cárceles donde el ochenta por ciento de los reclusos están tatuados. Los individuos tatuados que no están en prisión son delincuentes potenciales o aristócratas degenerados. Si un hombre tatuado muere en libertad, sólo significa que ha muerto unos años antes de poder llevar a cabo su delito». torna al rimando a questa nota
  5. André Lacassagne, figura que equivaldría a un Lombroso en Francia, había fundado en Lyon un laboratorio donde transcribía y recogía los tatuajes de la Legión Extranjera. Una tradición «científica» que se transmite hasta el médico nazi Eric Wagner, que en 1940 arrancó los tatuajes de los internados en el campo de concentración de Buchenwald y los hizo objeto de un docto trabajo: Ein Beitrag zur Tätowierungsfrage. Las pieles con los mejores ejemplares se conservaban en el departamento de Patología del campo. torna al rimando a questa nota
  6. Para Elkins «es posible defender que la carne es un fluido y la piel una película». torna al rimando a questa nota
  7. El tacto es el sentido más involucrado. Según Merleau-Ponty (1964), percibimos a los otros, pero no sabemos cómo sienten; el único modo de saberlo es tocarnos reflexivamente como si estuviésemos tocando transitivamente a otro. En la piel se materializa un contacto de fusión, en el que nuestra envoltura es sin embargo más pasiva en relación a la mano -no es casual que la palma de la mano sea poco tatuada en comparación con el dorso. torna al rimando a questa nota
  8. Me refiero a la fundamental distinción Prominencia/Pregnancia teorizada por René Thom, matemático y naturalista, para quien las prominencias orgánicas del cuerpo son modificadas por la intensidad de las pregnancias pasionales -con diversidad de «efectos figurativos». torna al rimando a questa nota
  9. Así, Rick Genest figura en el Guiness de los Récords por el tener el mayor número de huesos (138) e insectos (178) tatuados. El cuerpo convertido en wunderkammer. torna al rimando a questa nota
  10. ¿El tatuaje es feo? Desde la llamadas vanguardias hlstóricas -a partir de los Futuristas, que querían asesinar el claro de luna y destruir Venecia- la belleza ya no es el proyecto o la finalidad del arte. Sin embargo, la tensión generalizada de la artificación interpela a las teorías estéticas: ¿cuáles son sus recursos y sus límites? ¿Existe hoy algo que no se haya convertido en arte? Tal vez el perfume, la tipografía, el fútbol, laconversación … ¿Y qué ha dejado de serlo? torna al rimando a questa nota
  11. Sébastien Galliot, uno de los redactores más activos del catálogo, reitera la afirmación de que la semiótica -con la que muestra no estar muy familiarizado- nada tiene que decir sobre el tatuaje. torna al rimando a questa nota
  12. Tim fue adquirida en 2008 por el coleccionista alemán R. Reinking. Al portador de la obra, Tim Steiner, le corresponde un tercio de la suma pagada y la obligación de mostrar los dermatoglifos en color de su espalda al menos tres veces al año. El Louvre está entre los muchos museos que los han expuesto. torna al rimando a questa nota

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