El secreto de la felicidad


Da: Verónica Chiaravalli, La Nación, Buenos Aires, Viernes 9 de agosto de 2013.


“Nunca somos más egoístas que cuando somos felices”. El semiólogo italiano Paolo Fabbri se acercaba ya al final de su conferencia “8 ½. Una magmática liberación de imágenes”, que ofrecía el martes pasado en el Instituto Italiano de Cultura de Buenos Aires -acompañado por Néstor Tirri-, y quiso reflexionar sobre los pliegues sombríos de un estado de ánimo luminoso. “Hay un egoísmo y una crueldad de la felicidad. Nadie es más cruel que alguien que se siente feliz, porque no le importa nada de los demás”.
La reflexión venía al caso porque Fabbri entiende que la búsqueda de la felicidad es el problema principal que plantea el film de Federico Fellini. Especialista en la obra de su compatriota, invitado a Buenos Aires cuando se conmemoran veinte años de la muerte del cineasta y cincuenta del estreno de 8 ½, Fabbri analizó distintos aspectos de la película y se detuvo en dos cuestiones cruciales: el problema de la felicidad y la relación del hombre con la magia.
“Uno de los rasgos característicos de nuestra cultura contemporánea consiste en su carácter arteficante -dijo Fabbri-, que convierte en arte expresiones culturales como la magia y la danza, y hasta una actividad industrial como el cine”. En la visión de Fabbri, el protagonista de 8 ½ encarna el paradigma del artista cinematográfico, al servicio de un realizador que estaba convencido de que el cine debía abandonar el realismo.
“Fellini pensaba que la realidad verdadera no es la que vemos y que el objetivo del cine es mostrar otra realidad, que no es la que vemos pero tampoco es una ilusión”. Fabbri llamó la atención sobre las dos figuras en las que se desdobla el personaje del artista en 8 ½: el crítico y el mago. Fellini elige la magia (el crítico desaparece) y ésa, señaló Fabbri, es una elección de vida. “Fellini tenía una biblioteca esóterica y cada mañana, antes de escribir, consultaba el I Ching. Practicantes de cartomancia lo visitaban con regularidad. Estaba en la dimensión de lo fantástico, género que en Italia no era tan frecuentado como en Francia, por ejemplo, donde floreció el surrealismo”.
Todo semiólogo es un detective: interpreta evidencias, elabora hipótesis. No lo hace en busca de una verdad preexistente sino de un sentido que va cobrando cuerpo en el transcurso de la búsqueda. Merodea el núcleo secreto en torno al cual se organiza la comunicación humana, que para Fabbri no es estático sino móvil y cambiante, y cuyo descubrimiento no implica desaparición sino desplazamiento.
El martes, siguiendo el hilo narrativo de 8 ½, Fabbri llegó a la conclusión de que el protagonista de la película finalmente encuentra la felicidad “aceptando el mundo y la vida como son, sin ideologías, sin religión, sin utopía. Esto, que para la época era revulsivo, porque lo que se pedía era fe, religiosa y política, para mí es conmovedor”.

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