Da: Miguel Martín, Revista de Occidente, Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón, Madrid, n. 449, Octubre 2018, págs. 145-149.
PAOLO FABRI: Elogio del conflicto. Edición de Jorge Lozano. Madrid: Ed. Sequitur, 2017, 144 pp.
Elogio del conflicto (Ed. Sequitur, 2017) es un volumen editado por Jorge Lozano, director del Grupo de Estudios de Semiótica de la Cultura (GESC), que sugiere al lector adentrarse en el polémico pensamiento del semiólogo Paolo Fabbri a través de un conjunto de siete entrevistas, donde se pone de manifiesto su interés por destacar la dimensión estratégica de la comunicación. Para Fabbri, el fenómeno comunicativo no reside en la interacción entre sujetos idénticos, sino entre sujetos con sus propios códigos y subcódigos, con sus propias competencias modales y que se comportan de maneras distintas en función de cada una de las situaciones interaccionales en las que se ven envueltos. En ese sentido, la posición de Fabbri sería diferente a la de Habermas, ya que no idealiza la comunicación como un proceso transparente y cooperativo, sino que lo caracteriza, como se puede leer en la entrevista El rostro oscuro de la comunicación, como un mundo en el que «prima el conflicto, el desacuerdo, el engaño»; tal es el caso, por ejemplo, de la comunicación en tiempos de guerra, «donde el objetivo no pasa por informar sino por convencer y vencer». En ese terreno no cabe hablar de la verdad como la correspondencia entre lo que se dice y los hechos, sino como un efecto de sentido que se construye en el propio discurso.
En la obra de Fabbri está siempre presente la advertencia de que analizar la comunicación desde un punto de vista estratégico implica no sólo atender a lo que se dice, sino también a lo escondido, lo silenciado y lo implicado en el discurso. Es aquí donde cobran relevancia fenómenos sociales como el secreto, el espionaje, el camuflaje o los agentes dobles; todos ellos fenómenos que juegan con la apariencia de las cosas y con su ocultación camuflada de normalidad. Se trata del problema de las goffmanianas apariencias normales que, según Fabbri, deberían estudiarse como un sistema de secretos y ocultaciones:
[…] Hoy en día, quien quiera disfrazarse podría vestirse con vaqueros y un jersey y estar perfectamente disfrazado. Al contrario, ningún espía iría con gabardina y sombrero de fieltro calado sobre los ojos porque lo reconoceríamos de inmediato como un espía, es decir como alguien que no tiene una apariencia normal de espía (léase la entrevista Sobre secretos y revelaciones).
Las apariencias normales se convierten así en una máscara bajo la que se simula ser como los demás para pasar desapercibido. Este ajuste a las apariencias del otro es identificado por Fabbri con el término acorde y juega un papel imprescindible en la estrategia del simulacro, en la que uno de los principales objetivos es el enmascaramiento de la realidad, como en el caso del secuestro del primer ministro italiano Aldo Moro, suceso al que Fabbri hace referencia en la entrevista Secreto, mentira, disimulación: el acorde como estrategia de sentido:
El día que se descubrió que miembros de las brigadas rojas habían secuestrado a Aldo Moro, la gente que vivía cerca de los responsables dijo que se trataba de chicos muy amables. En efecto, eran muy amables porque las apariencias de normalidad constituían la máscara de algo más, y detrás de ellas se tramaba un complot.
De lo que se infiere que lo importante no es la verdad o falsedad de los signos utilizados, sino su eficacia: «lo que vale es la credibilidad del simulacro ofrecido al otro, los movimientos interactivos y los regímenes de creencia y de sospecha que desencadenan» (véase la entrevista Estrategias del camuflaje).
Otro concepto destacado por Paolo Fabbri es el problema central de la traducción. Siguiendo a Lotman, Fabbri afirma que:
La traducción no debe ser entendida como traducción exclusiva entre sistemas de signos verbales, sino también entre signos verbales y no verbales de cualquier tipo.
Del mismo modo, y remarcando de nuevo la dimensión conflictual de la comunicación, defiende que la traducción no debe entenderse como una forma de evitar la incomprensión, sino como una forma de conflicto. Para Fabbri, como se puede leer en la entrevista Sobre las fabulaciones del arte, «traducir es un campo de batalla» en el que se negocia constantemente el significado de los signos que nos rodean. Lejos de ver en ello una condena, considera este hecho como una posibilidad para generar nueva información y posibilitar el entendimiento entre culturas antagónicas. En ese sentido, hace una relectura positiva del mito de la caída de la Torre de Babel, pues desde esta perspectiva entiende que el desarrollo de una cultura es consecuencia de la traducción y ésta, a su vez, del hecho de que existe una multiplicidad de lenguas y de sistemas sígnicos en el mundo. No en vano, se incluye también en este libro el texto Elogio de Babel, que ya apareció publicado en Revista de Occidente y en el que se argumenta en favor de la imperfección creativa de las lenguas en contraposición a la utopía de alcanzar una lengua perfecta. Mientras las lenguas naturales se caracterizan por su continua mutación y por estar abiertas constantemente a cambios de significado, «la lengua perfecta es el sueño de un lógico que piensa por el contrario en término de clausura simbólica». Sin embargo, la verdadera utopía para Fabbri se encuentra en lo babélico, en la exaltación de las diferencias, de las traducciones y de los errores. En este mismo artículo también afirma que el hecho de «que dos personas tengan las mismas representaciones conceptuales no garantiza la comunicación», pues la ausencia de diferencias conceptuales lo único que garantiza es que no haya malentendidos y que, por tanto, se anule la dimensión conflictual de la comunicación, aquella sin la cual, según Fabbri, no es posible articular nuevos sentidos y generar nuevos significados dentro de una lengua.
La apuesta teórica de Fabbri por el conflicto –tal y como indica Jorge Lozano en la presentación de este libro– no debemos entenderla como un intento de establecer «una lid con su contrario, la cooperación»; sino como la voluntad de poner de manifiesto que el conflicto es un fenómeno intrínseco a la comunicación. Fabbri, siguiendo a Saussure, está convencido de que la significación se establece mediante diferencias y, al igual que la semiótica de la cultura, defiende que el signo por sí solo no es capaz de significar. En ese sentido, el conflicto es la prueba evidente de que los signos necesitan unos de otros para poder cumplir con su función significativa. Igualmente, el conflicto evidencia la pluralidad de significados que se dan en cada una de nuestras lenguas y nos obliga a concebir la cultura, tal y como hizo Lotman, como un todo dinámico, móvil y mutable. Así pues, la dimensión conflictual de la comunicación que señala Fabbri revela que vivimos inmersos dentro de un mundo de signos que no es estático, que está en continuo movimiento y cuya apariencia desencadena todo tipo de pasiones y efectos.
Elogio del conflicto concluye con una entrevista a Paolo Fabbri realizada por miembros del GESC e incluye en un apéndice final un breve glosario. Toda la entrevista se presenta a modo de conclusión y se centra principalmente en cómo la mirada semiótica, entendida como una mirada dirigida al significado y a la articulación del sentido, puede contribuir y ha contribuido al progreso de otras ciencias humanas:
La semiótica consigue ser útil porque es una disciplina con vocación metodológica-descriptiva cuya finalidad es la de enriquecer la caja de herramientas metodológicas. Lo que sucede, no obstante, es que las disciplinas sustantivas se sirven de los métodos y en el acto se olvidan de dónde los han tomado.
Asimismo, Fabbri afirma en esta entrevista que la dirección que debe tomar la semiótica de cara al futuro es la de atender más a la dimensión paradigmática; es decir, a la dimensión que se refiere a cómo se organizan jerárquicamente los elementos de un determinado texto o cultura, pues de dicha jerarquía depende también la articulación del sentido y la producción del significado, no sólo de la dimensión sintagmática. En cuanto al glosario, éste está compuesto por un conjunto términos que el propio Paolo Fabbri explica y que permiten profundizar en algunos aspectos tratados en este volumen, tales como la posibilidad de traducción entre diferentes sistemas de signos (transducción) o las cuestiones relacionadas con el parecer y el secreto desde un punto de vista estratégico (faneroscopia/criptoscopia). Este libro, de gran coherencia en su conjunto, invita así al lector a sumergirse en el método semiótico, un método tan usado como tan poco reconocido hasta el día de hoy por el resto de disciplinas y de saberes humanos.